Niña que, empiezas a ser mujer,
con el amanecer en tu sonrisa
y el alma limpía y pura;
en tú adolescente corazón
hay un deseo aferrado
que lucha por salir:
el deseo de sentir
encenderse en tú pecho
la maravillosa llama del amor.
Pero tus padres se escudarán
en caducas reglas de moral
para negarte ese anhelo:
y, poco a poco, té marchitaras
como esa rosa que, en su jarrón,
indiferente ver llegar su Invierno.
¿Dime sí alguna vez has sentido
el susurro del viento en tu piel,
la caricia de la lluvía
cuando besa tú cuerpo?
¿Dime sí alguna vez has sentido
al amor florecer en tu corazón
y si has llorado de felicidad
cuando té susurraron "¡¡TE QUIERO!!"
Chiquilla: no seas adorno vanal;
preciosa muñeca de porcelana
que duerme el sueño del hastío;
rompe con las viejas cadenas
que té atan a tu niñez
y alza el vuelo hacía el amor.
Nunca temas a la caída:
pues tienes una mágica fuerza;
y, esa fuerza, se llama ADOLESCENCÍA